LA BESTIA Y EL CARCELERO
(Por Antonio Leyton)
Todos tenemos
una bestia en nuestro interior. Hablemos de un concepto psicológico o de un
ente real que habita en nuestro ser, lo cierto es que cada ser humano tiene un
"yo" racional y (en parte) visible al resto del mundo, y una parte
salvaje e indómita, herencia de tiempos inmemoriales cuando el ser humano
estaba a merced e integrado con la madre tierra.
Cuando el
hombre formó ciudades y empezó a alejarse de los peligros de se cernían fuera
de los muros de la urbe, se hizo evidente que aquello que lo mantuvo vivo
durante eones empezaba ahora a estorbar en su nueva realidad. Hoy en día mas
que nunca, en un mundo donde ser un miembro productivo y sumiso de la sociedad
es algo que se espera de cada persona, el problema de "lidiar con la
bestia dentro de uno" es algo que todos debemos enfrentar, pero muy pocos
lo hacen de forma consciente. El miedo a los impulsos salvajes y primarios que
cada uno tiene abunda en las historias y leyendas de la humanidad, y el cómo
lidiamos cada uno de los seres humanos con la bestia interior influye de forma
profunda en nuestras vidas.
Déjeme decirle
querido lector que siempre me ha gustado la vida salvaje. Y me es inevitable no
sentirme conmovido con las leyendas de hombres lobo y otras más donde el
protagonista sucumbe a la violencia extrema y a sus impulsos más profundos.
Quizás por eso me es fascinante ver cómo algunas personas encuentran la forma
de vivir en armonía con esta bestia, esta parte salvaje que parece oponerse a
la parte racional que gobierna nuestras vidas. No me es difícil identificar a
quienes viven con su bestia en libertad. Puedo ver al animal en sus ojos, algo
salvaje en la mirada de aquellas personas yendo intranquilas en este mundo
civilizado, descontentas con la alienación con que viene acompañado el progreso
del mundo occidental. Hay algo tan hermoso en esta gente atormentada, pero
libre; algo intangible que me evoca la majestuosidad del ciervo en sus bosques
vírgenes, o el feroz lince acechando en impenetrables montañas. Debo confesar
que el concepto de la bestia me causa una enorme admiración, y también terror.
Los antiguos
nórdicos contaban una historia sobre el terrible lobo Fenris y su
encadenamiento por parte de los Dioses. En la historia, el Dios Tyr pone su
mano derecha en prenda para que Fenris permita a los Dioses probar un lazo
mágico. Al darse cuenta del engaño en que ha caído, El lobo cercena la mano de
Tyr. Creo que lo que querían relatar los nórdicos con esta historia es el proceso
de "lidiar con la bestia dentro de uno" arrojándola en cadenas muy
dentro de tu ser y del inevitable sacrificio (la mano del Dios Tyr) cuando
haces esto. Y es que cuando encierras a la bestia (cosa que los Dioses hicieron
porque previeron que Fenris sería su destrucción), el precio que pagas es que
pierdes una parte importante de ti. ¿Qué es lo que perdemos al encerrar a la
bestia?
Es curioso, de
una morbosa forma, ver lo que le pasa a los animales en los zoológicos.
Confinar algo salvaje y libre en una pequeña celda trae horribles consecuencias
para el animal. Puede verse algunos ejemplares comportarse de manera normal a
simple vista; y así parece ser, que a la mayoría de las personas no les parece
importar el mundo a su alrededor, parecen conformes con su vida y hasta les
asusta la idea de enfrentarse a un mundo mas grande que el que tienen entre las
paredes de cemento y concreto de la urbe que habitan. Sin embargo en los
zoológicos también podemos ver el triste espectáculo de animales que pasan sus
días en un interminable ir y venir dentro de su prisión. Que anhelan la tierra
ancestral, pero el encierro ha carcomido irremediablemente su espíritu animal,
es evidente a los ojos del observador atento.
Fue así,
amigos míos, como llegue al entendimiento de que hay otros seres humanos, como
yo, que de una manera u otra (y voluntariamente o no) ponemos a nuestra bestia
en cadenas. Y es que suele pasar que nuestro animal interno parece oponerse al
camino que nos pone la vida, que para encajar en la sociedad imperante y ser un
hombre "normal" y "respetable" se nos hace necesario
deshacernos de lo salvaje en nosotros. Fue así como en algún momento de mi vida
tomé una parte muy importante de mí, y la encerré en los oscuros y ocultos
confines de mi alma. Me encontré así capaz de aceptar más fácilmente la
realidad del mundo que me rodeaba, y encontré que "encajaba mejor" en
éste.
Pero pronto
comprendí que como Tyr, yo también había perdido una parte importante de mí;
era el carcelero y tenia un Fenris en mi interior. Normalmente no ponía
atención en mi salvaje prisionero, pero tan pronto tomé consciencia de él, pude
verlo agazapado ahí en la oscuridad. Su mirada me causaba un miedo indescriptible.
Veía en sus amarillos ojos el odio que sentía por lo que le hice; llegué a
imaginar que si se liberara de sus cadenas, me destrozaría salvajemente. Cuando
pensaba en eso, apartaba la mirada y me sumergía en las banalidades de la vida
cotidiana para olvidar. Pero siempre estaba ahí, siempre observándome, siempre
viendo como vivía mi vida sin él, y quizás gozando al verme decaer mientras el
mismo se marchitaba con el peso de sus cadenas.
Y es que llega
el momento en la vida de aquél que encierra a su bestia en que el precio que
paga parece ser mayor que cualquier beneficio que haya obtenido. El precio es
perder ese “algo” que te impulsa a hacer cosas, ir más allá, a pelear, a sentir
intensamente. Andar por la vida incompleto, solo para encajar en la sociedad es
evidentemente un error, uno se da cuenta. Por lo menos en mi caso, pude ver
como poco a poco la parte salvaje de mí se consumía bajo el peso de sus
ataduras, mientras en mi alma se formaba un insoportable vacío. De pronto me
sentí identificado con las bestias del zoológico que recorren monótonamente su
confinamiento, rindiéndose al hecho de que sus espíritus están rotos y que su
existencia se reduce a nada mas que a la sombra que los barrotes proyectan
sobre ellas.
El extraño
vínculo que se forma entre la bestia y el carcelero es algo difícil de
explicar. Hay odio, odio y miedo entre ambos, o por lo menos eso sentía... Odio
por haber renunciado a la bestia, culpa por haber puesto cadenas en ella, odio
del carcelero por que sabe no puede vivir sin la bestia... y miedo de la bestia
a quedarse así para siempre, a que las heridas que dejan sus ataduras no sanen
nunca... miedo del carcelero a que algún día esas ataduras cedan y a lo que
pueda pasar cuando ese momento llegue. Sin embargo es inevitable que el
carcelero desarrolle sentimientos de compasión y empatía hacia su prisionero, y
que el prisionero anhele que su captor aparezca y le dé nuevas del mundo
exterior.
¿Que pasaría
si el carcelero liberara de sus ataduras a la bestia? ¿Son las premoniciones
ciertas, y Fenris terminará por destruir el universo?
Un buen día queridos
lectores, dejando mis temores atrás, enfrenté al animal en cadenas. Su mirada
era amenazante, y su presencia imponente incluso con sus miembros ligados...
Pero después de estudiarlo detenidamente me di cuenta que no era odio lo que lo
invadía, sino confusión y pena. Finalmente me dí cuenta que yo mismo nunca temí
al animal en sí, que él nunca me haría daño porque en el fondo somos uno y el
mismo. Enfrentar el hecho que nunca debí enterrar lo salvaje en mí y que la
vida que llevo deja un enorme vacío en mi espíritu era lo que realmente me
causaba pánico. Y quedaba aún el qué hacer con mi Fenris;
- "¿Que hice para que me ataras así?" sentía que me decía en
silencio.
- "¿Realmente vas a devorar el mundo, amigo mío?" le dije
mientras por primera vez en muchos años ponía mi mano en su pelaje.
- "El mundo se deshace a tu alrededor, solo que no te has enterado."
"¿Importa acaso, cuando nunca fuiste
parte de él?".
“El mundo se deshace a tu
alrededor”. Esa frase se repetía en mi mente una y otra vez. "¿Importa
acaso, cuando nunca fuiste parte de él?"… ¿Que significaba eso?
Quizás no es tarde, pensé, de liberar
de sus cadenas al lobo. El proceso alquímico de la creación es violento y
doloroso, y antes de dar nacimiento a un nuevo mundo se debe dar fin al viejo. He
de reunirme con la bestia en mí, y sin duda se liberarán fuerzas que harán
pedazos la realidad. Quizás no sobreviva al proceso, quizás pierda la razón,
pero ¿es la cordura algo que realmente quiera conservar? Después del Ragnarök1 el
universo es renovado, vuelta al original estado de inocencia; un mundo salvaje,
desconocido, libre. Y mi espíritu arde de ansias por recorrer la inmensidad de
sus bosques.
- "¡Perdóname viejo amigo!" "¡Nunca debí abandonarte!" "Si deseas acabar conmigo, no te detendré".
- "Nunca te haría daño, sólo tu me diste de comer.” “Y no me pidas perdón que yo no sé de eso, en
la fría tundra de la vida hacemos lo que hacemos, y nunca miramos atrás".
"Nunca mas estaremos separados amigo mío; No
sabes cuanto te extrañe"… Y así, nudo a nudo, el carcelero deshizo las
trabas que retuvieron al noble animal en la oscuridad. ¡Carcelero nunca más!
¡Jamás volverás a pasar tus días oculto Hróðvitnir2,
no se puede domar lo indómito! ¡Seamos libres, feroces y completos al fin!
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